Las peticiones más extrañas en hoteles de lujo

Sin grandes dosis de paciencia, a ver quién soporta a un huésped que demanda una tapa de caviar para su perro, como sucedió en el Park Hyatt Mallorca. Para ser exigente hay que estar acostumbrado a vivir bien. Y para ser conserje es preciso ir sobrado de imaginación, aparte de paciencia, con lo que le puedan pedir. ¿El usuario siempre y en todo momento tiene la razón? Depende del volumen de su cartera. Y, como las de los huéspedes de los 5 estrellas se suponen holgadas (las billeteras), se les permiten solicitudes surrealistas como las que le contamos acá.

Por el hecho de que ¿qué ocurre cuando uno no está presto a pagar por sus peculiaridades? Lo que a ese cliente del servicio de un hotel de gran lujo de la cadena Vincci que, en el momento de efectuar su reserva, señaló que el motivo de su viaje era una reconciliación. “Es nuestra última oportunidad”, dijo. Para arreglar lo suyo con su pareja, solicitó que les recibieran con un coro rociero y un ramo de rosas para ella. Además, puso en la lista cena romántica y decoración con pétalos. Cuando el personal del hotel le envió el presupuesto de las atenciones, el cliente del servicio anuló la reserva alegando que dichos servicios habrían de estar incluidos en el costo de la habitación. Atento sí, mas agarrado.

No todo el planeta tiene claro qué aguardar de un hotel, por exceso o bien por defecto. La relaciones públicas de otro 5 estrellas de Vincci lo comprobó: “Tras 7 días de estancia con nosotros, le pregunté a una pareja por la experiencia. ‘Pues mire, todo realmente bien, pero mi mujer no está contentísima. La idea era venir de vacaciones y no tener que hacer ninguna labor doméstica. ‘Mmmmm, ¿labor familiar?’. ‘Sí, todos y cada uno de los días, cada vez que íbamos a salir, teníamos una nota vuestra diciendo Por favor, arreglen la habitación. ¡Cómo no íbamos a hacerlo si por el otro lado de la nota ponía No molesten!’. La gobernanta me confirmó después que la habitación estaba día tras día como si no la hubieran usado”.

Foto: Pixabay.com

Tampoco conocían las reglas internacionales de la hotelería aquellos que preguntaron en recepción por la hora a la que debían abandonar su habitación. “A las 12 h.”, les notificaron. “¿Y no podríamos irnos antes? Es que tenemos el Ave a las 10.30 h…”.

Pero no nos desviemos. Estábamos en las solicitudes más curiosas que recuerdan los conserjes de los hoteles de gran lujo en España, y entre aquéllas que nos han contado figura la de quien demandó, en el complejo turístico La Manga Club (Murcia), que tanto las toallas como los accesorios de papelería de su estancia fuesen del mismo color que la bandera de su país. También la de aquel visitante del Park Hyatt Mallorca que requirió una estatua suya a tamaño natural y la del que solicitó trescientos cincuenta perchas.

Ciertas peticiones son entrañables, como la de la señora Lewis, una clienta americana de la cadena Vincci que, cuando reservó su habitación, quiso una fotografía de Antonio Banderas en su mesita a la noche, o unos bombones si el tema de la foto era inviable. Le facilitaron las dos cosas. Se comió los bombones y se llevó a su casa la fotografía, con marco y todo.

Manuel Pizarro, jefe de Conserjería del Villa Magna de la capital española, lleva 38 años y medio trabajando en el hotel. Qué no habrá visto y oído… “Un conserje nunca afirma no. Siempre va a hacer lo imposible por satisfacer al huésped, agotando todas y cada una de las posibilidades. Es homónimo de perseverancia, sicología, entusiasmo, discreción y humildad”, comenta. La solicitud que más recuerda fue la del presidente mexicano de un gran medio. “Días antes de un concierto de año nuevo en el Teatro Real, con Plácido Domingo, me solicitó que le comprara una sola entrada. Aunque sabía que estaba todo agotado, estuve un par de días hablando con todos mis contactos. Con un poco de suerte, y tras pedir favores aquí y allá, le encontré un lugar desde el que ver el concierto: de pie, en la parte de atrás del coro, al lado de los vocalistas. Fue ameno y emocionante”.

Foto: Pixabay.com

La demanda de entradas para todo género de eventos es muy habitual. Pero hay hospedados que, bien por vagancia, bien por que procuran intimidad, prefieren trasladar el acontecimiento a su habitación. Como aquel que encargó un tablao flamenco a las 2 am. en el citado Villa Magna. Allí se presentaron tres guitarristas, cuatro bailaoras y un cantaor.

Otros ambicionan transportar las costumbres de un país al suyo. Ernesto Pastor, jefe de Conserjería de The Westin Palace, Madrid, con más de 30 años de profesión a sus espaldas, sufrió una de esas ocurrencias. Hace un buen tiempo, unos chinos alojados en el hotel desearon llevarse una corrida de toros a China, como quien factura una maleta más a la vuelta de sus vacaciones. “Querían toreros, vacas, toros, capas y espadas. Durante más de 3 meses, la preparación fue un jaleo, hablando con Sanidad, logrando los permisos, el transporte de los toros en barco… Al final, se realizó”, cuenta Pastor.

Efectivamente, parece que algunos huéspedes extrañan el programa de televisión ¿Qué apostamos?, porque al personal de La Bobadilla, a Royal Hideaway Hotel (Granada) le llegó el encargo de desocupar por completo el aparcamiento del establecimiento en menos de una hora, a fin de que pudiese aterrizar un helicóptero de forma imprevisible. Y lo hicieron.

También son comunes las consultas gastronómicas a cualquier hora del día. En el Majestic Hotel & Spa de Barcelona mientan una anécdota al respecto: “Una clienta a la que le habían encantado unos garbanzos con bacalao de un restorán de la ciudad, solicitó al chef del hotel que aprendiese a cocinarlos para poder gozar de ellos en cualquier instante a lo largo de su estancia. De hecho, era bastante habitual que los pidiera a altas horas de la madrugada”.

“Nos visitó el famoso boxeador Floyd Mayweather, que vino con sus 10 asistentes, y nos pidió que le llevásemos a cenar a un lugar donde sirviesen ‘buena comida de negros’, ¡arroz y pollo!”, dice el directivo del Ushuaïa Ibiza Beach Hotel, Michel Schilling. Aconsejamos responder hasta las súplicas más peregrinas, por si las moscas. “Se afirma que un príncipe saudita dejó tal propina en el vip de Ushuaïa que hubiera sido posible comprarse un piso en alguna ciudad española”, añade Schilling.

En el Royal Hideaway Sancti Petri (Cádiz), los antojos gastronómicos semejan más reservados. El conserje recuerda que, en una ocasión, le requirieron que comprara un bulto de café soluble. Mas su tarea no acostumbra a quedarse ahí, claro. Asimismo le han pedido ayuda para buscar un pez que ya no estaba en su pecera, para transportar una cola de sirena, para emprender una senda por los camposantos de la zona y para aparcar un navío. Una clienta contrataba excursiones para ella y para su fallecido marido, y otro huésped le pidió que silenciara los sonidos de la naturaleza. Y, por más que los mejores conserjes de los mejores hoteles muevan cielo y tierra para satisfacer a sus mejores invitados, lo que no puede ser, no puede ser. Y, además de esto, es imposible.

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